Vivir o ser vivido?

A pesar de ser una pregunta rara y no tener sentido, todo tiene su explicación.
Cada cual es dueño de su vida, de hacer con ella lo que quiera y dirigirla a donde desee... de vivirla en sí.
Evidentemente al poco de nacer nos tienen que decir por donde debemos ir, pero más tarde llegará el momento en el que tendremos que tomar alguna decisión por nosotros mismos que nos llevará por un camino o por otro. Para nosotros todas nuestras decisiones tienen un carácter transcendental muy fuerte, las primeras de ellas carecerán de importancia y se basarán en algo tan nimio como elegir el sabor de un caramelo: fresa o limón.
Sin embargo, más adelante nos enfrentamos a elegir entre unos amigos u otros, pareja, trabajo, estudios... lo que elijamos a partir de ahora tendrá ciertas consecuencias en nuestra vida lo que nos separará de algunas personas o nos acercará a otras, pero siempre iremos por donde nosotros hemos decidido.
Entonces llega un día en el que alguien toma la decisión de decidir por nosotros, ¿con qué derecho? Nos dice lo que debemos y lo que no debemos hacer, por donde debemos ir y con quién... hasta ahora éramos nosotros los que alardeábamos de controlar nuestra vida y sin embargo ahora alguien se empeña en que nos comamos el caramelo de agrio limón cuando nosotros queremos el sabor dulce de la fresa.
Aquí surge la gran decisión: puedes seguir firme a tus convicciones, serte fiel a ti mismo y comerte el de fresa o puedes tirarlo y tragarte el de limón. Pero, ¿realmente merece la pena? ¿Quieres estar toda tu vida preguntando qué sabor te puedes comer o prefieres meter tú mismo la mano en la cesta y coger el caramelo que más te guste?

En mi opinión, no hemos venido a la vida para vivir a la sombra de nadie. Cada cual debe brillar con luz propia y no esconderse en la oscuridad para que la otra persona brille el doble. Así que sal fuera, paséate y ver por donde quieras, cuando quieras y con quién quieras, vive tu vida no la de los demás. Yo me quedo con el de fresa, ¿y tú?